
El grito del jarjaria es aterrador. Se parece a una risa que queda expresada con la onomatopeya jar-jar-jar, de donde viene el nombre. Los perros reaccionan aullando, ladrando o bien atacando valientemente, mientras que los hombres se aterrorizan y a veces se ponen a rezar. Para atacar al jarjaria hay que hacerlo en grupo y lacearlo con una cuerda, generalmente hecha de lana de llama. El crucifijo es una gran protección, lo mismo que todo objeto de metal como las hachas, picos, barretas. El grupo intentara coger al jarjaria y esperar que tome en el día su forma original para conocerlo y hacerle pasar vergüenza. Muchas veces ofrecen riquezas a cambio de que los suelten, ya que ellos también conocen los subsuelos.
La historia de los jarjaria tiene un mensaje moral evidente: evitar el incesto. Sin embargo, hay que entenderlo dentro de las relaciones de reciprocidad propias de la comunidad andina; no hay que entenderlo en el sentido de una moral puritana individual; es porque las relaciones sexuales entre parientes cercanos amenazan el orden social, son peligrosas y producen espanto y repudio. En efecto, la organización de la comunidad sobre la base de las relaciones de reciprocidad supone que las leyes de parentesco y alianzas posibles entre familias sean perfectamente definidas y respetadas.
Jarjaria es el nombre más castellanizado, que se le da en Paltamarca del Mantaro, Tayacaja y Huancayo.
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