viernes, 24 de mayo de 2013

TRIBUTO A NUESTRO PAMPAS QUERIDO


Se acerca el 21 de Junio, fecha de Aniversario de la creación política de la provincia de Tayacaja. Publicamos esta añoranza de un hijo de este hermoso valle, en un sentido artículo que nos trasmite todo el amor por el terruño. Nos referimos a nuestro colaborador Magno Gutierrez Enríquez.



En tiempos en que las tradiciones se debilitan y la identidad se configura en un nuevo escenario de lucha y conquista, consideré oportuno reencontrarme con mi pueblo, recordando con gratitud, cuando no con nostalgia, inolvidables vivencias experimentadas en tiempos pretéritos lo que podría resumir en las siguientes líneas:

Pampas pueblo querido, te extraño…te quiero

Por tu primorosa campiña, por tu límpido horizonte. Por mostrarte acogedor y generoso. Por tus oportunos e incomparables productos, que cual dispensa inagotable, cotidianamente nos prodigas.

Por la gentileza de tu gente. Por los amigos de ayer, hoy y siempre.

Por los recuerdos imperecederos de transitar en fila india tus hermosos paraje, trajinando incansables, pertrechados de los famosos “chanca buques”, la chompa al cuello o atada a la cintura y con las recodadas mochilas en el dorso.

Por escalar con empeño, sudorosos y en franca competencia, procurando coronar la cima de importantes montañas como el famoso San Cristóbal, el Yanapadre o el Toroccaicuna, Ayaorcco, Atocc.

Por recordar lugares de grata evocación: Viñas, La Colpa, Yacuraquina, Muchca, Yarccacancha, Rundo, Pampa Blanca, Allpahuasi, Purhuay, Pillo, Ahuaycha, Acraquia, Colca, Pamuri, Valiana Puquio y como no los guindales de Pacamarca.

Por las históricas tardes deportivas. Por los equipos de antaño: Impuestos, Club Obrero, Once Estrellas, Porvenir, Daniel Hernández, Municipal de Ahuaycha, San Juan de Pillo, Wimpey, Octavio Bertolero,  Chalampanpa,  Sporting AFAP, el glorioso Diamante, entre los que viene a mi recuerdo, sosteniendo espectaculares encuentros, marcados por la dura competencia, pero a la vez por la decencia e integridad competitiva.

 Por noches aquellas de jarana y serenata. Por los amoríos primaverales. Por Ccarhuaturco y Chalampampa.

Por la Escuela Pre vocacional de Varones 521, Escuela Primaria de Mujeres. Por el ex INA 23, más conocido como el Agro. Por el Colegio Daniel Hernández. Por el Colegio Nuestra Señora de Lourdes. Claustros inolvidables de noble y sólida formación e idónea enseñanza académica.

Por las oportunidades que disfruté del sabroso Cuchicanca, el papachupe, la pachamanca, el mondongo y entre muchos otros singulares potajes, el reparador caldo de cabeza.

Por las veces que trepé a un frondoso guindo o me colgué de la rama de un exótico tumbo, para coger y saborear de la dulzura de sus frutos. Por las veces que un robusto eucalipto me prodigo su sombra, cuidó de mis sueños, de mi esperanzador y alegre despertar.

Por las contiendas peloteras entre barrios en Álvaro Pampa, en circunstancias desalojados por su propietaria doña Rafaela, o en la canchita conocida como “Pampa de Chihuaco”. Por la jerga y mozonadas picarescas originales y muy propias del terruño.

Por las veces que tendido sobre el lecho de verdes campos, contemplé tu azul horizonte, observando el cadencioso vuelo de torcazas y zorzales, escuchando a la vez, el alegre trinar de los jilgueros.

Por el brillante día que al salir el sol, calienta las mañanas heladas de julio, interfiriendo a veces alegremente con los lluviosos días del invierno y manteniendo dinámica la naturaleza. Por las veces que en mi huerto vi posado un gorrión dando saltos, brincos, vuelos y cantando su melodía con gran señorío

Por observar al final del día el silbido de los frescos vientos y la espectacular sombra de árboles y cerros al ponerse el sol, y entrada ya la noche, por disfrutar del bullicioso croar de los batracios.

Por el primaveral sol que bajo sus rayos me permitió practicar la natación y en actitud terapéutica – deportiva, pescar “chocces” en el legendario Opamayo. Por mis romances juveniles, bajo la sombra de un robusto eucalipto, o un verde y curvilíneo aliso, en tertulias juveniles de ternura y promesas interminables.

Por la tradicional FIESTA DEL 20 DE ENERO, el Santiago con longor, jarahuis, chicha de jora y upito de achita (quiwuicha), por las festividades de mayo, por los ancestrales tipaqui-tipaqui, todos ellos alegrados y matizados entre otros néctares  por los calientitos con el famoso machu chiurur.

TE AMO PUES PAMPAS PUEBLO MIO

Por tu valle
Por tus tradiciones
Por tu hospitalidad
Por mis amigos
Por la Santísima Virgen Purísima Patrona del pueblo.


MAGNO GUTIERREZ ENRIQUEZ
  Colaborador de SAPOSAQTA
Correo: gutierrezmagno@gmail.com


viernes, 17 de mayo de 2013

LA FLOR DE PURHUAY







La Flor de Purhuay era un hechizo en flor

¿ Porqué creen que los viejos de Pampas no la olvidan a pesar del tiempo transcurrido?

Cuando se emborrachan lloran desconsolados, algunos por sus apetencias frustradas y. unos cuantos recreando en su memoria sus grandes performances.

Una noche de fiesta en el pueblo estaba Flor de Purhuay luciendo un vestido elegante y oliendo rico, con esos aromas de tentación que nos llenan de calentura todo el cuerpo.
- Me acerqué tímidamente, Florcita le dije, ¿se te antoja un ponchesito?

- No es bueno que nos vean juntos - respondió – eres muy mocoso para mi, aunque ¡Que caray! Eres poeta y te quiero mucho.
- No te preocupes, pago el ponche y me alejo hacia la pileta para lo puedas saborear solita.
- Bueno está bien, respondió, me contestó mirando de un lado a otro.

Flor de Purhuay tenía el pelo largo y muy sugestivo, caminaba con picardía, sabía que todos la miraban y deseaban. Hasta el sastre Hermenegildo García, mas conocido como Yanapuyu, procurando llamar su atención, gritaba en medio del parque: “deja la rosa en botón, deja que goce su verano, todos joden menos yo”. Pero Flor ni lo miraba, y el pobre se marchaba cabizbajo y en silencio.

Antes que concluyeran las celebraciones de enero, me dirigí hacia Purhuay donde vivía Flor. Caminé lentamente amparado por la negrura de la noche. La senda permanecía siempre solitaria, Obligaba a cruzar el cementerio. Su casa era de una sola planta, tenía el techo estaba lleno de musgos y estaba en la última curva antes de entrar en la plaza del pueblo, donde cada año se realizaba una espectacular corrida de toros.

Toqué en clave su puerta, Al abrirme fijó su mirada hacia el camino para comprobar si había ido solo o con alguien más. Ya en su cuarto, alumbrados por tenue luz de una vela, la acariciaba tiernamente recitándole poemas de Neruda que tanto la emocionaba. Ella lloraba.

- ¿Por qué lloras mi amor, que te sucede? le preguntaba, secando sus lágrimas.
- Nada, no pasa nada. Son los años y la vida que pasa como un relámpago, respondía.

Nos abrazamos, vamos a jugarnos la vida juntos gritamos a una sola voz.
Ella me quería, nunca dudó de mi cariño, sin embargo, la idea que el pueblo condenaría nuestra relación, no le permitía demostrar su amor con toda libertad.

Por eso aquella noche, repentinamente, seria y sentenciosa, dijo que lo nuestro debía terminar en ese instante. Pues, presentía que las autoridades, ejerciendo sus poderes, la podían botar del pueblo argumentando corrupción a un menor.

- Bueno, sugerí con toda firmeza, llegado el caso puedes decirles, que aquí hay pecadores adultos, peores que nosotros; que conoces muchos incestuosos, y que si fuera necesario, revelarías sus nombres, entonces si, ahí ardería todo Pampas. Y eso no le convendría a nadie, porque a lo mejor habría excomunión para todos.

-¡Quien sabe!, ojalá resultara como dices, afirmó entre dudas.

Poco tiempo después tuve que viajar a Lima. Al hacerlo una lluvia torrencial de sentimientos inundó mi cuerpo y mi alma. No tuve valor de despedirme de Flor, su recuerdo fue la luz de mis andares.

Dos años después retorné al terruño. Todo estaba como lo había dejado.
Una noche descansando en una banca de la solitaria plaza, escuché el llamado de Florcita. Inmediatamente me dirigí hacia Purhuay. La casa estaba silenciosa. Una cigarra hizo piruetas a mi lado y se marchó – me imagino que era el espíritu de Flor ofreciéndome la bienvenida -. Al ingresar Flor estaba sentada al borde de la cama. Un estremecimiento sacudió mi cuerpo. Me acerqué presuroso y al mirarla, no encontré la luz de sus ojos, sus labios no pronunciaron palabra alguna.

De pronto Florcita se levantó. Su cuerpo desnudo lucía formas voluptuosas. Luego empezó a danzar en medio de la salita, en cuyo rincón un anciano lugareño tocaba huaynos en el violín,

- Mi vida, le dije amorosamente – deja de bailar, ven a mis brazos.

La luna se filtraba por entre la teja rota, y ella se vistió de negro. Repentinamente la lluvia  dejaba sentir su caída estrepitosa. Truenos y relámpagos sacudían el cielo. Temerosos Flor y yo nos cobijamos en el catre cubierto por una manta multicolor, y en un nido de fuego indetenible, nuestros cuerpos se estrecharon como nunca antes había sucedido.

Vuelta la calma, aquietada la sangre, Flor me tomó de las manos y despacito me llevó hacia la puerta. Sin una palabra me dijo adiós.

Salí de la casa. No encontré a nadie en la placita que parecía tatuada en soledad. Ante esta soledad que corroía los huesos, me refugié en una cantina y bebí hasta embriagarme. Entre vaso y vaso recordaba todo el paisaje de ternuras que vivimos, donde el tiempo semejaba una fresca y transparente rosa, o un inmenso reflujo donde nada era imposible para los dos.

Era casi la media noche. El aguacero caía sobre los humildes tejados y las torres de la vieja capilla. El cielo se refugiaba dentro de mi. A esta hora en el camino de retorno, todo era imperio de la soledad donde solo se escuchaba al viento anidándose en las ramas de molles y eucaliptos.

Mucho tiempo ha transcurrido de esas vivencias que pasé, cuando Pampas era una revelación de la vida. Ahora he vuelto. Siento que a Florcita la sigo amando y la seguiré recordando hasta el día que mis huesos se hagan polvo, en las solitarias calles del pueblo donde nací.

Carlos Zúñiga Segura
Colaborador exclusivo de Saposaqta