miércoles, 28 de diciembre de 2011

LA HORA DE LA MUERTE (cuento corto)




La zona nororiente de la provincia de Tayacaja hace muchos años atrás, estuvo plagado de hacendados, dueños de tierras que los colonizadores se apropiaron libremente, Surcupampa, Sachacoto, Tintay, fueron los primeros pueblos que aparecen en la historia virreinal del Perú; estos pueblos pertenecían a los españoles que llegaron a la zona.

Cuentan que hubo un hacendado que llegó a tener más de ciento ochenta hijos, en una casa que compartía con más de cuarenta mujeres en la casa hacienda de largos corredores. Estas mujeres eran sus concubinas, vivían en completa armonía, el hacendado estaba con todas a la vez.

En los años en que todavía no había carretera por esa zona, el tránsito obligado de los lugareños para llegar a Pampas o Huancayo era por los difíciles caminos de herradura, teniendo como única alternativa para cruzar el río Mantaro por el antiquísimo puente de Chiquiaq construido con cabuya trenzada, fastuosa herencia incaica. Luego de cruzar el río Mantaro habían dos caminos que divergían; para ir a Huancayo tenía que tomarse la ruta por la localidad de San Antonio, Loma, Rocchac etc., y para dirigirse a la ciudad de Pampas, la ruta era por Kichcapata, un camino como hecho de espinas.

En esas épocas, en Chiquiaq, la otrora abadía de los jesuitas, muy cerca al puente, existía una casa, designada para quien cuidara el puente; dicha persona era asalariada por las comunidades que hacían uso del puente; este guardián tenía por costumbre invitar una limonada a los viajeros, pues el calor de la zona era insoportable, las piedras se calcinan durante el día y el sentarse en ellas hacía que se quemen las posaderas de los viajeros.

Don Segundino Torres, era el puentero de aquel tiempo. En un día caluroso, la hora en que el sol daba con aplomo a la quebrada, don Nino, como se le conocía, estaba ocupado en el tejido de las cabuyas para mantener el puente en buen estado, y extrañamente escuchó una voz como de trueno que venía de las profundidades del río.

A un inicio no tomó importancia del asunto, pero aquella voz persistió con más frecuencia, entonces dejando su faena se asomó cerca al río y le pareció ver que las aguas turbias y remolinantes se abrían en su cauce escuchando decir “Apúrate don Sebastián…”. El puentero muy asustado consideró un mal presagio aquel hecho, y coincidentemente al dirigir la mirada al camino que viene bajando de Surcubamba, divisó a un jinete que apresurado aceleraba el paso de su yegua, levantando polvareda en el camino, a medida que se acercaba, y reconoció que se trataba de don Sebastián Herrera, propietario de un pequeño fundo que estaba al borde del río Surco.

Don Segundino esperó al viajero y cuando llegó al lugar, invitó a servirse un refresco de limonada.- No hermanito, estoy muy apurado, debo llegar temprano a San Antonio- Se negó don Sebastián al ofrecimiento, sin embargo el puentero insistió con el fin de evitar que cruzara el puente, por la voces que había escuchado momentos antes, premunía que algo le iba a suceder; llegando a convencerlo que se quedara.

Don Sebastián desmontó de su yegua color bayo a tanta insistencia e ingresaron a la casa por el refresco de limonada.- Siéntese don Sebastián debe estar cansado- insistió don Nino, pero éste no aceptó el descanso aduciendo su apuro; recibió el jarro de limonada y al tomar con tanta prisa al primer sorbo se atoró hasta no poder respirar desplomándose al suelo Don Segundino intentó reanimarlo pero fue en vano el intento. Don Sebastián había muerto atorado, realmente era la hora de su muerte; de no haber aceptado la invitación probablemente se hubiera caído al río.

Don Segundino Torres fue acusado de la muerte de don Sebastián y fue apresado por las autoridades del lugar para su juzgamiento en la ciudad de Pampas, donde estuvo encerrado injustamente cerca de un mes en la cárcel. Al no encontrarle responsabilidad en los hechos, luego de una minuciosa investigación, fue puesto en libertad.

Todos tememos la hora de nuestra muerte, se han visto accidentes y sucesos increíbles de los que muchos han salido ilesos y otros que hasta con un tropezón cobran fatalidad; Nadie muere en su víspera, si no en el día designado, debemos estar preparados plenamente para ello y considerar que la muerte es la parte complementaria de la vida o quizás el inicio de otra forma de vida.

Autor: Miguel Angel Alarcón León
Fuente: "Los Tinterillos" y otros Relatos Andinos
Publicado en. Febrero del 2011

domingo, 18 de diciembre de 2011

MATRIMONIO EN TONGOS (Tayacaja)



En Tongos (Pampas) hay un juego especial que le llaman “Orjo-huaylas” que consiste en formar como una especie de ronda, sobre todo en las noches de luna, que como se sabe en muchos lugares de nuestras serranías son más hermosas y claras por la carencia de luz eléctrica. Este juego es común entre los adolescentes que tomándose de las manos forman una rueda bailando y cantando al compás de algún tono especial. Surgen así los primeros aleteos del amor. Las miradas, el apretón de manos y la frecuencia en el juego hacen que se quieran un tanto tímida pero sinceramente con la seguridad de que triunfarán formando un hogar. Después de una espera larga de amor silencioso, se decide al fin el enamorado a buscar a los padrinos para luego encaminarse junto con ellos llevando una botella de “chacta” (aguardiente) a la casa de la pasña y hablar con sus padres:


-Ñujallaimi taytay (somos nosotros señor) - Imapajmi jamuchcanquichic (Cuál es el motivo de esta visita? -Sumaj huayta rosasllaiquita jahuaspaicu jamuchcanico (hemos llegado hasta tu puerta porque nos hemos prendado de tu hermosa flor de rosa).


Si el padre simpatiza por la correcta presentación, ofrece su casa a todos los concurrentes. Los padrinos, entonces, explican las buenas intenciones del ahijado a favor de su querida hija. Después de libar algunas copas de la chacta procede la madrina a amarrarle con una faja de lana de colores vivos a la ahijada; igual cosa hace el padrino con el ahijado. Luego los novios simulan escaparse saliendo de la casa a empujones, pasando por cualquier obstáculo que encuentren a su paso; así llegan a la casa del novio. Aquí se preparan para la celebración del matrimonio, según el plazo que previamente el novio acordó con los padres de la muchacha. Es de notar que en la generalidad de los casos cumplen estrictamente con el compromiso.


EL MATRIMONIO

Con sus vestidos limpios se encaminan a la iglesia del distrito más cercano acompañados de sus parientes y amigos que portan flores silvestres, donde el taita cura los casa. De regreso, se dirigen a la casa del novio y ese día no beben ni una copa de aguardiente, los recién casados, porque tienen la creencia de que en el curso de su vida matrimonial pueden ser pleitistas y borrachos. A la hora del almuerzo y de la merienda ambos se sirven de un solo plato.
Por la noche, mas o menos a las ocho, hacen lo que le llaman el puñuchi (hacer dormir), es decir, toda la comitiva conduce a la pareja a una habitación especialmente preparada, alumbrándoles con ichu. Una vez ellos, en la cámara nupcial, al retirarse los padres y sobre todo los padrinos, les dan la bendición en la siguiente forma:


Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo sutimpim bendiciunta churaiqui, allinlla y sumajlla causacunaiquichipaj, ama matrimoniuyquichicta jachachaspa, cuyo pensamiento principal es este: les pongo esta bendición para que vivan en buena armonía sin manchar vuestro matrimonio.. Dicho esto se retiran echándoles llave mientras desde el interior de la habitación resuena el eco afirmativo de “au taitay... au mamay”.


Inmediatamente después, todos los concurrentes se desgreñan el pelo, acto que le llaman Jesanacuy y con un poco de ichu encendido hacen la pantomima de quemarse los pies o el jaspanacuy. Esta costumbre está basada en la superstición de que en el transcurso de su vida matrimonial van a tener días de bonanza y felicidad sin que sean visitados por alguna enfermedad.


Después de esta actuación todos se retiran a dormir hasta el primer canto del gallo, es decir, a las cinco de la mañana hora en que se levantan y despiertan a los casados. La madrina le ordena a la ahijada que vaya a la cocina a preparar el almuerzo, mientras el padrino entrega un pico y una lampa al ahijado para que vaya a trabajar. Se muestran muy severos con el objeto de que inaugurando así el primer día de una nueva etapa de vida, serán siempre trabajadores y muy madrugadores.


Al día siguiente van a la casa de los padrinos y tienen la obligación de servirles como esclavos, generalmente por ocho días y luego se retiran a su nuevo hogar.


Sergio Quijada Jara

Escritor nacido en el fundo Magdalena (Acostambo)

Imágen: "Ronda de Ahuaycha" .- Oleo del pintor Tayacajino César Yauri Huanay

miércoles, 7 de diciembre de 2011

OTRO ILUSTRE TAYACAJINO


R.P. MANUEL SERPA HERRERA

Manuel Patricio, hijo de Pío Serpa y Jacinta Herrera nació en Salcabamba el 14 de mayo de 1896. Cursó la primaria en su ciudad natal, siendo sus profesores Alejandro Murillo y José Chávez. Culminada esta etapa se matriculó en el colegio Santa Isabel de Huancayo; sin embargo, sus estudios debieron ser interrumpidos por motivos de índole familiar que le obligaron a retornar a Salcabamba.

En esta circunstancia, recibe la invitación de José Abad propietario de la hacienda Tacana, a fin de hacerse cargo de la instrucción de sus niños Juan y Pío, y del mayor de ellos, Samuel, quien tenía la misma edad de Manuel. Tiempo después don Pío Serpa le comunica al excelentísimo monseñor Fidel Olivas Escudero que su hijo Manuel deseaba ingresar al Seminario San Cristóbal de Ayacucho, pedido que fue aceptado de inmediato. Concluida la secundaria y en mérito a sus altos calificativos el prelado consideró pertinente enviarlo al Seminario Santo Toribio de Lima, a fin de que estudiara Filosofía, estudios que culminó en 1917.

En 1919 concursa y obtiene una beca para estudiar en el Pío Latinoamericano de Roma. Viaja en compañía de Juan Gualberto Guevara, Alberto Arce Masías y Chávez Aguilar religiosos que habían llegado a la jerarquía de obispos.

Manuel Serpa Herrera fue el primer huancavelicano de su siglo en optar la licenciatura en Sagrada Teología. Su ordenación sacerdotal fue en Roma el año 1923 en tiempos del papa Benedicto XV. A su retorno, luego de visitar a sus padres y hacer misa en Salcabamba ejerce el profesorado en el Seminario San Cristóbal.

En 1927 es nombrado vicario de la provincia de Huanta; en 1929 es Rector del Seminario San Cristóbal. Durante los 7 años que desempeñó la rectoría fue asimismo canónigo de Merced del cabildo de la catedral de Ayacucho. El año 1935 es nombrado párroco de Tayacaja y su gestión se inicia en circunstancia que la iglesia matriz se hallaba en escombros, razón por el cual todos los oficios religiosos se cumplían en la capilla María Auxiliadora de Chalampampa.

El padre Serpa impulsó la creación del Colegio Nacional San Pedro. Su magisterio sacerdotal en Pampas fue por espacio de 23 años hasta su cambio a Acobamba donde permaneció un año y seis meses. Precisamente en esta localidad, se le diagnosticó el mal de cataratas, recomendando su tratamiento en el Hospital Arzobispo Loayza, a cuyo término retorna a su amada parroquia de Pampas.

Poco tiempo después se ve afectado por la diabetes, razón por la cual nuevamente viaja a Lima internándose en la clínica Maisón de Santé, donde se le recomendó no realizar viaje alguno, indicación que no cumplió, pues, retornó a Pampas.

A tres años de su tratamiento y retorno a Pampas, a la edad de 64 años el R.P. Manuel Serpa Herrera falleció víctima de un infarto. Su deceso causó honda congoja en toda la población que, entre llanto y oración, cumplió su voluntad de sepultarlo en la misma Iglesia donde ejerció ejemplar misión sacerdotal. Todo el pueblo de Pampas y las numerosas delegaciones llegadas de otras circunscripciones acompañaron sus restos en compungida procesión, recorriendo las calles de la ciudad hasta su morada en la nave izquierda de la iglesia Matriz. Desde el templo su recuerdo ilumina la memoria y el corazón de los tayacajinos.

Carlos Zúñiga Segura
Colaborador exclusivo de Saposaqta