jueves, 2 de octubre de 2008

CHALAMPAMPA


CHALAN CHALAN CHALAMPAMPA

Sobre el origen del nombre del barrio de Chalampampa, existen versiones y rumores grandilocuentes. Tierra de artistas, poetas y pintores ¿Qué poemas, y donde están las pinturas? Yo no lo sé, digo: habrá que hacer algo para que brille la cultura.

El tayacajino Ciro Gálvez en su texto “Peruanismo Revolucionario” manifiesta: que Chalampampa es una mezcla de chalán que en castellano significa jinete, y pampa: llanura, o valle.

Al respecto, rescato y recreo los vientos de antaño, porque cuenta que hace tiempo, allá en un año sin fecha, habitaba en Pampas una familia que por tradición eran herreros, los Ruiz; familia que habitaba ese lugar en tiempos en que no habían avenidas ni muchas casas, la pampa era risueña y silenciosa, no había bulla como ahora, con decirles que hasta el aullido del perro podía tener eco y ser oído en todo el valle.

Cada día desde el este al oeste, desde el norte al sur, en todos los rincones del valle, los habitantes oían constantemente el golpeteo de los fierros del herrero, quien fabricaba desde azadones, picos, aldabas y herraduras para los potros que abundaban en aquel entonces. Siempre se oía ese ruido convertido hoy en pueblo, sonaba chalán – chalán – chalán … cuando el herrero golpeaba con su combo los fierros en medio del calor y el cansancio, en el afán de darle forma a sus inventos. Por la persistencia del ruido los oyentes de aquel entonces por humor o por molestia, la llamaron Chalampampa, indicando el lugar de donde provenía el famoso ruido chalán – chalán – chalán … y chalampampa.

Y ésta es otra versión misteriosa de los que solían hablar los ancianos y las abuelas, del barrio con puquial que con su agua fresca calmaba la sed por largas centurias.

Cuentan que una vez, un forastero de estrafalarias y sorprendentes vestiduras, caballero con poncho de vicuña, y sombrero de alas anchas o macora, con espuelas de plata en las botas, un día sombrío de invierno, cuando en toda la pampa, cantaban libertad los sapos en sus dominios, y el río Opamayo se estaba revelando por su silencio, el jinete misterioso solicitó los servicios de un herrero conocido, para que disponga los herrajes de su caballo, de color negro azabache como la sombra.

Cuentan que a partir de esa noche, cuando cabalgaba el jinete desconocido, se escuchaban por esos lugares, y en todo el valle, un ruido espantoso y tétrico; chalán – chalán – chalán . Y aquellos que lo vieron en las noches de luna llena, contaban asustados, como si hubieran escapado de la muerte, que cuando galopaba el jinete salían chispas candentes de las patas de su caballo negro, y del poncho de vicuña y macora del misterioso jinete, antorchas de fuego que iluminaban la noche.

Todos temían transitar durante la noche por estos lugares y aseguraban que se trataba de un misterioso condenado. Decían que cabalgaba arrojando candela y las noches lóbregas de velas y mecheros de aquella apacible zona, se volvieron espantosas.

Desde aquel entonces, los lugareños quedaron marcados y sentenciados con el maléfico ruido: chalán – chalán – chalán … del misterioso jinete condenado.

Cuando cesaron los sonidos años mas tarde, comentaban que el condenado ya había completado su penitencia.

Y así desapareció aquel forastero del otro mundo; pero su herencia vivirá para siempre, chalán – chalán – chalampampa.

FUENTE: “Historias, Mitos y Leyendas en Tayacaja”
AUTOR: Prof. JUAN TABOADA MENDEZ
Tayacaja, Marzo del 2006

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