lunes, 5 de noviembre de 2007

AMORES CHOLOS


LOS NUEVOS RITUALES CHOLOS

Ser cholo en el Perú es una conducta, una manera de ser, por lo tanto es una cultura. La cultura chola existe, así como existe la cultura india o la cultura occidental blanca. Sin embargo recordemos cuando en 1975 se le dio el Premio Nacional de Cultura al retablista ayacuchano, al cholo Joaquín López Antay, algunos representantes de la cultura oficial afincada en Lima, se rasgaron las vestiduras gritando a los cielos que lo que hacía López Antay no era arte sino artesanía.

El concepto clásico de cultura es el de una instrucción vasta, amplia que abarca la multiplicidad del saber. El espíritu, ese sentimiento intimo que lo sentimos y nos acompaña de por vida, es una fuente creadora de la cultura y centro supremo de la persona.

El mundo de la cultura comprende los productos de nuestro espíritu, y el espíritu mismo: el arte., la ciencia, el mito, el lenguaje, costumbres, moral, etc.

Lo cholo en el Perú posee todas estas características, como tal, vuelvo a decir, existe una cultura chola. Sin embargo esta cultura ha tenido un largo proceso de formación, no ha amanecido de la noche a la mañana y en la actualidad lo sigue teniendo, afirmado su cultura diariamente, reconociendo su universo cotidiano, como grupo social emergente, como grupo de transición y ahora como grupo con presencia y existencia real, sin olvidar su origen indio. Muchas veces escondido en la ciudad, en la gran urbe, pero que se manifiesta en profundos estados emocionales con el quechua a flor del espíritu y desde luego cantando y bailando un huayno.

Como consecuencia de que nuestro Perú es un país dependiente, antes de España, Inglaterra y ahora de los Estados Unidos, han aparecido estereotipos, clichés, caricaturas, anécdotas pintorescas, que buscan satisfacer la incomodidad, el rechazo de cada uno de nosotros a nuestro prójimo, al vecino, al que viaja todos los días en el micro, o nos encontramos en el cine; desde el antiquísimo sanbenito o descrédito disfrazado de humor o burla, como el que reza: la tragedia del Perú es el cholo con plata, el negro con mando, o el blanco calato, hasta el modernísimo juego de una juventud capitalina cuando clasifica o caracteriza al cholo sin desligarlo de su origen serrano con estos comentarios:

Ser cholo es hacer polladas, Llevar tallarines a la playa, Comer con cuchara, Reirse aplaudiendo, Comer pop corn en los cines, Tomar latas de cerveza en la esquina del barrio con las puertas abiertas del auto y escuchando salsa o regueton a todo volumen, Enmarcar los diplomas y colgarlos en la sala, Usar mondadientes, Llevarse cosas del hotel, Inventarse llamadas por el celular, Jugar voley en la playa al son estridente de su gigante equipo de música, Usar gafas oscuras de noche, o usar las gafas en la frente.

Con estos ejemplos deseo graficar toda una manera subterránea de querer burlarse de algunas conductas, que no solo son patrimonio de los cholos, sino de todos nosotros, lo que pasa y esto es una característica muy nuestra desde siempre, no queremos ser considerados dentro de ese concepto del cholo. Porque el cholo era y es todavía en lo mas recóndito de nuestra subconciencia el marginal, el feo, el perdedor, el serrano, el indio, porque nos hemos formado dentro de una cultura de enajenación, no queremos vernos tal como somos, nos fabricamos islas para vivir rumiando nuestros desencuentros y fracasos como individuos y como país y a gritos escondidos queremos ser otros o vernos de lejos como si no fuéramos nosotros mismos. Y resultamos siendo un producto de los medios de comunicación, de la televisión, de una sociedad hipócritamente racista que ha ido borrando lo nuestro, nuestra identidad con nosotros mismos, vendiéndonos otras realidades….

¿ Dónde está la educación ? o seguimos quejándonos que somos el último país del mundo en ese rubro y que aceptamos con los brazos cruzados que nuestros niños y adolescentes en un 75 % no entienden lo que leen. O cuando leemos en los diarios avergonzados e impotentes…. “Según las encuestas que se han hecho sobre la corrupción, el 75 % de los peruanos tienen una actitud de indiferencia frente a la corrupción”, es decir, les da lo mismo que haya o no haya corrupción, es vergüenza ajena o es vergüenza nuestra. Quien o quienes tienen la culpa.

Abandonemos a esa Europa, ahora Estados Unidos que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina por dondequiera que lo encuentre, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo.

Y el cholo peruano, ese 80 % del Perú migrante, trashumante, andariego, gitano, desarraigado muchas veces como el Inca Garcilaso de la Vega, como el cronista Guamán Poma de Ayala, como el cholo César Vallejo, sigue buscando su destino encontrándolo y desencontrándolo.
Ese es el destino del Perú, mientras camina por todas las rutas, las que están hechas y las que se hacen a fuerza de trabajo desde las tres de la mañana llenando los mercados con todos los frutos de la tierra y el mar, gracias a la voluntad y fuerza de los cholos.

Migrante andino que apenas llega al nuevo terruño junto con su estera que le da cobija, funda, participa de su institución provincial, de su comunidad, aldea, distrito, en un descampado de un pueblo joven para realizar el AYNI, la faena ancestral de reciprocidad en el trabajo, realizar su fiesta costumbrista, su fiesta patronal, con sus huaynos, mulizas, chonguinadas, tunantadas y cientos de danzas, su vestimenta y platos típicos.

Nosotros creemos que esta gran fiesta (fiesta patronal), es el Ritual Cholo por excelencia, celebración del día del pueblo que nos vio nacer, del terruño donde probamos los bocados que nunca olvidaremos, donde comenzamos a caminar y a entender el cariño por lo nuestro.

Ritual Cholo donde lo individual no existe sino el trabajo comunitario para que la fiesta sea un hermoso logro y el pueblo afirme sus tradiciones que es la personalidad, que muchas veces en la gran urbe se va perdiendo.

Fiesta Grande que no es de un solo día, ni responde al capricho de nadie. Durante todo el año el Mayordomo o Prioste encargado de organizar la fiesta, va comprometiendo a todo el pueblo.

Fiesta Grande donde nos abrazamos y volvemos a ofrecernos una amistad eterna y a recordar nuestro terruño con el dedo de la nostalgia al descubrir que ese bien amado y lejano ya no es el mismo donde vivimos y tuvimos que dejarlo para venirnos a la capital.

Fiesta Grande de reencuentros con nosotros mismos y el destino que nos ha tocado vivir.

Esta gran celebración que se realiza en todos los pueblos del Perú posee un hilo conductor casi mágico con la presencia de nuestro terruño y nuestra familia, referencias profundas de nuestra identidad en un país desarticulado. Ese local primero con apenas unas esteras, con los años se va convirtiendo en Asociaciones federaciones que agrupan a cientos de instituciones de sus regiones o departamentos. El ejemplo mas claro es la FEDIPA aquí en Lima (Federación Departamental de Instituciones Provinciales de Ayacucho). Diferente a la política de los clubes departamentales que van languideciendo de nostalgia al recordar sus directivos entre trago y trago y juegos de rocambor, el poder económico y político perdido allende sus tierras donde alguna vez fueron gamonales o testaferros de la política central. Las gestiones que se realizan para el bien de sus pueblos, una posta médica, material educativo, la construcción de un puente o algún cambio de autoridad etc. no se hacen buscando las instancias gubernamentales donde nunca los escuchó, lo hacen los directivos de estas instituciones realizando festivales musicales para recaudar fondos. En este rápido recuento no puedo dejar de mencionar dos fechas importantes que marcaron definitivamente la presencia chola en Lima.

Nuevo Tremendo Ritual Cholo, la muerte de Víctor Alberto Gil Mallma “Picaflor de los Andes” muerto en el Hospital de Chulec de La Oroya el 14 de julio de 1975. Su entierro el 17 de julio desorientó al citadino habitante limeño, que vio desfilar por las calles de su ciudad, miles de personas cholas al son de orquestas, bandas, cantos, himnos, comparsas.

Fue una despedida a toda una época, fue la presencia del Perú cholo, de ese otro Perú que lo miramos de lejos.

Y el 5 de octubre de 1987, a los 52 años de edad muere Leonor Chávez Rojas “Flor Pucarina”, la artista mas representativa de la música andina, del huayno.

Diez cuadras de gente recorrió el trayecto, cantando, llorando, bailando alrededor de su catafalco y de las orquestas y bandas.

Quien era esta chola que se atrevía a reunir a tanta gente. Qué estaba pasando en el Perú. Lo cierto es que Flor Pucarina no es una anécdota más. Ella es la mas hermosa y dramática realidad que ha vivido y vive el Perú. Es el símbolo de millones de provincianos que llegaron y llegan a Lima en busca de algo mejor y lo encontraron en ellos mismos, en el terruño y su familia, en el amigo paisano, en el lejano pueblo que camina ahora y siempre por las calles de la urbe capitalina. Su imagen representa el desgarramiento y la transformación del Perú multitudinario indio cholo mestizo que espera su destino superior de nación justa y soberana y que convive con el Perú oficial minoritario que mira al extranjero.

Ni idealizar a la cultura chola, ni despreciarla. Somos nosotros mismos y como tal al respetarnos, respetamos la memoria colectiva de nuestros pueblos, nuestras tradiciones que sirven para recrear mayores y mejores creaciones artísticas sin llegar al mal gusto y al apetito de la comercialización.

Es necesario tener conciencia de nuestra dependencia cultural, nos solo para rechazarla sino para rescatar nuestra verdadera identidad.

Tenemos el derecho de poseer una cultura propia que responda a nuestros sueños y esperanzas, tenemos el derecho de ser dueños de nuestro futuro. Porque un peruano mas otro peruano nunca son dos peruanos.

ANTONIO MUÑOZ MONGE

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