Transcurría la maravillosa década de los años 60 en la ciudad de Pampas
Tayacaja, la población en su mayoría aún permanecía ligada a su pueblo, muchas familias
tenían a sus hijos estudiando en Huancayo y algunos, en la ciudad capital. Por
esta razón tan importante que algunos padres estaban pensando dejar Pampas para
establecerse en otras ciudades a pesar que esta terrible idea los ponía tristes
y melancólicos. Tener que alejarse del pueblo que los había visto nacer,
crecer, era bastante fuerte. Pueblo de sus padres y abuelos. Luego de haber
formado una familia tener que emigrar a otras ciudades por el “bien” de los
hijos era un gran sacrificio.
Pero Pampas seguía careciendo de los servicios básicos como la luz, el
agua, y los buenos colegios, y las universidades
más importantes estaban en Lima. En nuestra región había que conformarse con
Normales o Institutos superiores donde solo había la especialidad de educación,
y nuestros hijos aspiraban a otras profesiones.
Pampas vivía en un atraso con respecto a ciudades de la zona central del
país. Solo la Plaza de Armas estaba pavimentada gracias a las gestiones de
alcaldes intrépidos de la época. Estaba en construcción una Planta de
Tratamiento de Agua Potable moderna con pozas de decantación y sedimentación,
contando con un laboratorio para análisis de las cualidades del agua y su
respectivo tratamiento químico.
También contaba con una “Planta eléctrica” situada a poca distancia del
Instituto Agropecuario, allá por Viñas, cuyo funcionamiento estaba sujeto a la
cantidad de agua que le alimentaba una cascada en los tiempos de lluvia. Esto
quería decir que su funcionamiento era restringido. Solo había fluido eléctrico
a partir de las seis de la tarde cortándose
a las 11 de la noche, mientras la ciudad quedaba en tinieblas. Solo las noches
con luna, alumbraba las oscuras calles de la ciudad. Muchas noches a falta de
fluido, las pocas tiendas que acostumbraban atender hasta casi la media noche,
abastecían de unas velas de cera para iluminar su noche y cuyo precio era de
veinte centavos la unidad.
La población en general vivía optimista y alegre con la construcción de la
Central Hidroeléctrica del Mantaro que ya estaba en ejecución y justamente el
bunker principal del proyecto funcionaba en el barrio de Daniel Hernández, en
lo que después se convertiría en el Cuartel del Ejército Peruano.
Mientras tanto la población vivía con una pequeña planta hidroeléctrica
cuyo funcionamiento estaba sujeto al clima y a dos personajes que hicieron
historia en la ciudad de Pampas. Se trataba de Matos y Chinchay, trabajadores responsables
de poner en funcionamiento la planta eléctrica a las seis de la tarde, para
luego apagarla a las once de la noche diariamente, de lunes a domingo, con
lluvia o sin lluvia.
Estos ilustres personajes eran muy amigos del dios Baco. No perdían ninguna
oportunidad de encoger el codo. Muchas veces se les “pasaba la mano” y se
quedaban a medio camino rumbo a la Planta eléctrica retrasando el encendido de
la luz. Otras veces, para beneplácito de los bohemios, la ciudad permanecía con
luz eléctrica durante muchas horas más de lo establecido hasta que Matos y
Chinchay dejaran a los amigos que los habían “distraído” en su camino rumbo a
cumplir con sus diarias funciones.
Entre muchas anécdotas contadas por los testigos de aquella época,
recuerdan que una “importante” jovencita cumplía sus añorados quince añitos.
Sus queridos padres habían gastado todos sus sacrificados ahorros en brindarle la mejor fiesta del pueblo a su única y
cotizada hija. La casa estaba adornada desde muy temprano, los padres nerviosos
y emocionados esperaban el momento. Ya el conjunto musical había arribado de
Huancayo y la gran comilona esperaba solo la orden para que los potajes sean servidos y distribuidos. Solo faltaba el encendido
de las luces en la ciudad a las seis de la tarde por estos benditos personajes
de nuestro relato.
Y pasaban los minutos, después de las seis de la tarde, las sombras de la
noche habían cubierto ya la ciudad. Los invitados con sus mejores atuendos y provistos de linternas empezaban a llegar a
la gran fiesta. Los padres nerviosos, pensando en lo peor, enviaron en una moto
hasta Viñas al mayor de sus hijos en busca de Matos y Chinchay, retornando con
la triste noticia que la planta eléctrica se encontraba todavía bajo siete
llaves. Fue en estas circunstancias que entre los mismos invitados se armaron comisiones para ir en busca de estos
personajes por toda la ciudad, de cantina en cantina.
Se dice que recorrieron
la ciudad de norte a sur y de este a oeste, no se les escapó ninguna cantina,
bodega o hueco acostumbrado a acoger a estos personajes. La historia cuenta que
Matos y Chinchay fueron encontrados alrededor de las nueve de la noche, completamente
ebrios, y fueron convencidos para proceder a encender la Planta eléctrica a esa
hora de la noche.
Luego de este incidente la fiesta pudo realizarse con normalidad, incluso las luces permanecieron para beneplácito de los concurrentes hasta las seis de mañana como una retribución de Matos y Chinchay a tan grave falta cometida.
Luego de este incidente la fiesta pudo realizarse con normalidad, incluso las luces permanecieron para beneplácito de los concurrentes hasta las seis de mañana como una retribución de Matos y Chinchay a tan grave falta cometida.
Pasaron muchos años para la terminación de la Central Hidroeléctrica del
Mantaro “Santiago Antúnez de Mayolo” (octubre de 1973), para que la ciudad de
Pampas cuente con energía eléctrica las 24 horas, pero los pobladores recuerdan
con nostalgia aquellas noches “sin luz” en la ciudad, no olvidan las lámparas Coleman
que solo algunos comercios “de la plaza” tenían y la mayoría de las familias tenían
que recurrir a las “ceras” o velas para iluminar sus noches de soledad pampina.
Texto: MASUFLO
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