domingo, 11 de septiembre de 2011

YAULI QOCHA


Publicamos este hermoso cuento de Miguel Alarcón León, historia que transcurre en el distrito de Pazos. Podremos saborear una vez más la exquisita pluma de éste buen escritor tayacajino colaborador de este Blog.

YAULI COCHA
Por las alturas del distrito de Pazos, existe un fascinante espejo de agua, tan transparente que la vista penetra hasta sus profundidades; invitan sus frías aguas a templar los ánimos por la soledad que reina en sus alrededores. Todos dicen en el pueblo que Yauli Qocha, no es una laguna de fiarse, han desparecido personas, animales y cuando llueve, pulula sobre sus aguas una nube negra, tan temerosa como las noches de invierno; sin embargo, vierte un caudal tan cristalino como el rocío que resbala de las frescas hojas de una planta y beberlo es como lavarse el alma y riega las pendientes y laderas de los pueblitos aledaños.

La gente del lugar cree que Yauli Qocha es el hogar de una hermosa ninfa, que en las mañanas de fría helada antes que salga el sol, vaga sobre la faz de las aguas como un espíritu que se mueve con un largo vestido de seda blanca y que su leve movimiento enfría más el ambiente.

Cierta tarde cuando el sol estaba por declinar en las lejanas montañas del horizonte, un pequeño pastorcito, había llegado por distracción a las cercanías de Yauli Qocha arreando sus ovinos y para el mal de sus culpas, se puso a jugar descuidando el ganado y al darse cuenta que ya no estaban las ovejitas, se fue a prisa en su búsqueda y los encontró al borde de la laguna, de prisa empezó a juntarlos y se dio cuenta que le faltaba una pequeña cría, desesperado brincó por todos lados, pues sabía del castigo si uno le faltaba.

Al voltear una roca prominente, vio algo maravilloso que ojos humanos no han visto; sobre una gran piedra estaba sentada una hermosa mujer jugando sus pies en las frías aguas, su blonda y larga cabellera de oro, se columpiaba con el viento y cubría su cuerpo un vestido blanco de seda fina, cuyas faldas terminaban en el agua; sus ojos claros como el infinito, destellaban desde el cerco orlado de sus pestañas, diáfanas miradas. Sobre la benigna roca descansaba una silueta casi divina de fina postura y su cuello angelical sostenía un collar de finas perlas. El niño se asustó, a pesar de tener nublados los ojitos de lágrimas, pudo distinguir con inocencia que la bella dama no ofrecía peligro; cuando estaba a punto de huir, escuchó una suave voz de melodía, tan sutil y canora que le hizo volver. _ Espera no huyas… yo se lo qué estás buscando, te puedo ayudar a encontrar; sécate las lágrimas y ven conmigo. _ La dama de las aguas tomó de las manos al niño y lo condujo hasta el medio de la laguna caminando sobre él; de pronto se abrió como una puerta de cristal y se vieron entrando por un sendero casi celestial nada temible.

¡Qué magia!; el niño viajaba por un mundo diferente, los muros de cristal, los peldaños brillaban como el espejo y pronto se apoderó de su inocencia la sensación de un encanto; parecía estar entre sueños del que no pretendía despertar jamás. Lo trasladó por un pasillo elegante adornado de hermosas flores, habitaciones de elegantes cortinas de color púrpura que se columpiaban con una suave brisa; hizo descansar al niño sobre un asiento de plumas blancas como la nieve y lo rodeó de manjares, exquisitas comidas que nunca había probado en su mundo de pobreza, era un premio mágico a su sacrificado vivir diario. Esta experiencia era para el niño como largos días de felicidad, quizá hasta ya no quiso volver.

La bella dama una vez visto satisfecho al niño, le indicó tras de las ventanas un hermoso jardín, en el estaba apaciblemente comiendo el corderito que había perdido. _ Tómalo con suavidad y condúcelo abriendo esa puerta. _ El niño pronto se vio por un callejón casi oscuro y como en un abrir y cerrar de ojos, apareció saliendo de una cueva de piedras a su mundo real, se dio al encuentro con su padres que desesperados lo buscaban.

El niño contó la historia como si fuera un cuento de hadas, pero nadie le creyó, desde entonces fue triste; todas las tardes se asomaba al borde de la laguna para ver a la ninfa, día tras día, año tras año, sin que asome su noble cabeza al desengaño; nunca más volvió a verla, sueño tras sueño se fue consumiendo y cuando ya su corazón adolescente sabía lo que era amar, murió de amor. Cuentan que cuando llueve por Yauli Qocha, el viento solano lleva consigo el gemido ronco de un adolescente que busca a su amada, luego se tropieza con los truenos y viaja haciendo ecos torpes en el cielo. En lengua quechua, Yauli quiere decir amada y qocha es el agua presa o laguna; entonces juntos significa “laguna de la amada”.

Autor: Miguel Alarcón León (escritor tayacajino, colaborador de Saposaqta)
Fuente: Los Tinterillos y otros Relatos Andinos
Publicado en Febrero del 2011

1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicidades al Profesor, Miguel alarcón por el relato de su narración de leyenda. ¡Arriba Tayacaja!.