La Celebración de la Fiesta de Enero en Pampas, en honor a la Santísima Virgen Purísima, Patrona de la ciudad, nos trae recuerdos nostálgicos a los que estamos lejos del terruño querido, lejos de su clima, lejos de su olor, a manzanilla, eucalipto, retama y demás aromas que nos recuerdan a nuestra adorada Pampas, cuando aún niños, compartíamos el calor familiar de hermanos, padres, abuelos, tios, primos.
Como poder olvidar sus verdes campiñas, sus quebradas como Viñas, Atocc. Como poder olvidar su cielo de día y de noche. Como poder olvidar sus avecillas como palomas, torcazas, chiwacos, pichiusas. Como poder olvidar nuestra “collera” preparándonos para una cacería de estas avecillas. Como poder olvidar nuestras aventuras en bicicleta en las pampas del Opamayo o en Viñas, rumbo al Agropecuario. Como poder olvidar nuestros juegos de vaqueros en el cerro San Cristóbal. Como poder olvidar los días de lluvia en que nos quedábamos sin amigos. Como poder olvidar las fiestas costumbristas de enero a diciembre. Como poder olvidar tardes interminables de futbol en la pampa de Chiwaco. Como poder olvidar nuestros primeros amores a escondidas de la gente. Como poder olvidar nuestras citas clandestinas.
Y cuando llegaba enero, nuestros corazones palpitaban a mil
por hora. La llegada de primos y parientes nos alegraba el alma. La llegada de
cada Bus de pasajeros cuyos paraderos estaban ubicados en la Plaza Principal,
era motivo de comentarios y curiosidad. El inicio de las Novenas con castillos
y buscapiquis, o algunos castillones de fuegos artificiales nos obligaba a
permanecer hasta altas horas de la noche en la Plaza. Como poder olvidar los
faroles que ponían alrededor de la pileta del centro de la Plaza, y también en
las partes altas de la Iglesia. Y eran hechas con base de una rodaja de Cactus,
Como olvidar los globos de papel cometa que eran elevados con una mecha de
kerosene, que al elevarse goteaba en forma de fuego. Como olvidar que
perseguíamos a los globos que no habían tenido la suerte de elevarse y caían en
lugares cercanos, y nosotros aún niños lo despedazabamos para llevarnos un
pedazo de papel cometa a casa como trofeo de nuestra hazaña. Como olvidar a los
faroles que eran colgados en largas tablillas y conducidas por dos parantes,
cuya función era presidir a la comparsa que debía obligatoriamente dar una
vuelta a la Plaza al son de un huayno o
una tunantada. Como olvidar a los cohetes de tres tiempos, o cuatro tiempos con
olor a polvora y dinamita, como dice la canción “Flor de retama”. Como olvidar
a cada músico integrante de las bandas que venían a entonar la fiesta.
Y en el día Central, la población vestía con lo mejor del
ropero, para cumplir con la Misa y la Procesión de la Santísima Patrona. Como
no recordar al Padre Sosa y sus acólitos con olor a incienso y elevando
oraciones en cada esquina del recorrido. Como no olvidar a las damas cubiertas
por velos y pañuelos negros de encaje. Como no recordar a ilustres damas muy
religiosas encargadas de vestir a la Santísima Virgen Purísima. Como no
recordar el tañer de las campanas de Pampas, escuchadas a muchos kilómetros de
distancia llamando a la misa, o en las noches llamando al rosario. Como no
recordar a los cocineros que eran contratados para las fiestas grandes,
especialmente para el banquete tradicional. Como no recordar esos platillos exquisitos de esas grandes comilonas.
Recordamos con cariño igualmente aquellas
tardes de toros en que el ruedo estaba hecho de camiones unos detrás de otros.
O cuando habían palcos construidos con troncos de eucalipto y soguillas.
Recordamos que más de uno se vino abajo ante una brava incursión de algún toro.
Como no recordar a los intrépidos toreros espontáneos que osaban meterse al
ruedo ante los gritos desesperados de sus familiares, generalmente con muchas
copas encima. Muchos no tuvieron la suerte de una buena faena taurina y eran
conducidos hasta la única posta sanitaria de Pampas para su curación. Como no
recordar la entrega de toros en las faldas del cerro San Cristobal, donde la
familia que entregaba el toro al Mayordomo invitaba a un grupo de amigos y
familiares a acompañarlo para tan ceremonial momento, y mientras duraba la
espera se bebían algunas cervezas para matizar el tiempo. Una vez cumplido el
encargo se bajaba del cerro acompañados del dios Baco que ya estaba haciendo
estragos.
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