Oficialmente la
escritura hace su ingreso al Perú con el episodio de Cajamarca, el 16 de
noviembre de 1532. Su ingreso, violento desde el principio disgregó
conflictivamente a dos mundos enteramente diferentes; y arrinconó a los pueblos
sometidos a desarrollar solamente su tradición oral.
El mestizaje biológico
no produjo necesariamente el mestizaje cultural. Este, generado por el contacto
conflictivo entre las culturas nativas y las culturas invasoras, fue el resultado
de una relación generalmente asimétrica entre el pueblo conquistador y los
pueblos conquistados. El contacto entre estos dos pueblos, desde el inicio
permitió la conformación de formas culturales nuevas; la aculturación refleja
al sistema hegemónico impositivo: la transculturización, mestizaje o
sincretismo, resulta de la simbiosis de dos pueblos; y la resistencia cultural, devino de la
cerrada defensa de lo propio.
La Colonia en términos
generales, tuvo una escritura colonizada y colonizadora. Las primeras
apropiaciones indígenas de la escritura, hechas por los sectores
aristocráticos, tal el caso de cronistas como Huamán Poma de Ayala o Santa Cruz
Pachakuti, nos muestran el carácter eminentemente anticolonialista. Los grandes
sectores de indígenas, sin ningún acceso a la escritura, tuvieron las peores
condiciones para seguir creando y recreando sus "takis". Sin embargo
se sabe que la cultura nativa de origen precolombino se siguió recreando de
manera oculta y sincrética, en contextos especiales: siembras y cosechas, marca
del ganado, matrimonio, funerales etc.
El acceso de los
sectores indígenas a la escritura no fue posible hasta muy entrada la
República. No es sino hasta 1950, en que se hace más notoria la presencia de la
escuela. Esta permitió el acceso a la escritura y aceleró la adopción de la
cultura dominante. En algunos casos, esta adopción, fue saludable, pues creó
espacios de expropiación cultural; en otros, se crearon espacios intermedios a
ambas tradiciones; pero la mayoría de los casos conllevó a la aculturación.
Sin duda uno de los
principales problemas para los estudios históricos de la literatura
huancavelicana es el documentario. Estos libros, revistas, boletines,
periódicos y otros tipos de publicaciones, se encuentran perdidos, dispersos y
muchos de ellos sin datos precisos; lugar, fecha y editorial.
No debemos de recordar
la amenaza de la extinción debida a una brutal situación de diglosia
(utilización de dos idiomas) y el avance del capitalismo. En ese sentido
debemos resaltar el extraordinario trabajo de recopilación de algunos
estudiosos, pues sin ello hubiéramos perdido parte de nuestro patrimonio
cultural "literario".
Sergio Quijada Jara,
(nacido en Acostambo - Tayacaja), autor de "Canciones del Ganado y Pastores"
(Publicado en 1958), y "Estampas Huancavelicanas" (Publicada en
1944), Es para Huancavelica, el insuperable pionero de la cultura quechua
huancavelicana. Felizmente este tipo de trabajo ya tiene émulos que continúan
la tarea de rescatar, conservar, promover y difundir esta discursividad. Podría
decirse que Sergio Quijada jara, un mestizo emergente, fue con propiedad un
indigenista que maduró en Lima. Su contexto e inter texto, convirtieron su
indigenismo en "Folklore". Con su "Estampas
Huancavelicanas", texto ganador de los Juegos Florales de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos (1940) y publicado en 1944, marcó un hito dentro de la investigación
antropológica de Huancavelica. A él se debe la recopilación de los más hermosos
cantos quechuas de Huancavelica, y la descripción de fiestas y costumbres más
tradicionales.
La escritura, creó una
frontera entre la oralidad quechua y la escritura hispana. Sin embargo, con la
apropiación de la escritura algunos escritores bilingües han logrado romper
esta línea divisoria y han llevado el
quechua a otro plano discursivo: la literatura quechua escrita. A pesar del
secular contacto entre la cultura hispana y quechua, la aparición de una
literatura quechua escrita en Huancavelica es reciente. Destacan: José Oregón Morales (1971), Dida Aguirre
(1977), Juan Rojas (1982), Edilberto Soto (1987), Sirpi Sonqo (1987), Francisco
Quinto (1991), y Humberto Lizama (1992). Al respecto, los trabajos de los tayacajinos José Oregón Morales y Dida
Aguirre reconocidos por la crítica
especializada, son ejemplos de una madurez literaria; los otros casos, a pesar
de su potencial fuerza, son todavía experimentos lingüísticos-poéticos.
La literatura social de
los hermanos Bolaños (Julian Petrovick y Serafin Delmar) iniciada en 1926,
obedece a un contexto cosmopolita de la capital, y también a la fuerte
influencia político partidaria del APRA.
Llama la atención la
singularidad literaria e intelectual de la provincia de Tayacaja. Las otras
provincias tienen una pálida o nula presencia intelectual dentro del
departamento. El caso de Tayacaja es muy particular; por la cercanía a Huancayo
y mediante ésta con Lima, la relación entre estos pueblos se hizo más intensa.
La capital de Huancavelica no solo era más alejada, sino también - sobre todo -
atrasada con relación a Huancayo.
Si bien las provincias
de Castrovirreyna y Acobamba casi no tienen que mostrar en cuanto a literatura,
las provincias de Angaraes y Huaytará no tienen nada. Ojalá solo sea un asunto
de no contar con la bibliografía. Nada tenemos que referir sobre estas dos
últimas provincias, por el momento, pero en los dos primeros casos
(Castrovirreyna y Acobamba), por los pocos representantes (dos o tres
escritores por zona) solo se inquietan tradiciones literarias.
Pampas, poseedora de la
primera imprenta en 1924, vivió una vida intelectual desde 1900, con la
publicación de "El Bohemio" tanto así que se consolidó una fuerte
tradición literaria desde la década del ´20. En 1926, desde Lima, los hermanos
Bolaños (Julian Petrovick y Serafín Delmar) iniciaron una trayectoria literaria
muy rica. Después vendrían otros importantes escritores: Sergio Quijada Jara,
Carmela Morales, Carlos Zúñiga Segura, Antonio Muñoz Monge, José Oregón
Morales, Dida Aguirre, Carmela Abad Mendieta, Zeín Zorrilla, Miguel Martínez.
Ellos dan testimonio de la notable vida intelectual y literaria de la provincia
de Tayacaja.
Las otras provincias no
han logrado crear una tradición literaria propia. Sin embargo, como dueñas de
una pujante tradición oral, piedra de toque de sus literaturas, deben enfrentar
el reto de fundarse una literatura propia. Lo que venga, debe venir desde lo
suyo; lo occidental debe servir solo para darle una forma más, no para
sustituirla.
La
capital de Huancavelica tampoco estuvo a la altura de su condición de capital
departamental. Hasta 1970, con una población mayormente india y mestiza pobres,
y una exigua, pusilánime, racista, conservadora y anacrónica clase pudiente
(hacendados, comerciantes ricos y autoridades) vivía el más completo
aislamiento y atraso. Ni los pudientes ni la clase de mestizos emergentes
pudieron hacer que la capital de Huancavelica viviera acorde a los tiempos;
menos se hizo por crear una intelectualidad capaz de reflexionar y transformar
el departamento.
Sin duda, el
departamento de Huancavelica ya puede arrogarse de tener una literatura propia;
sin embargo, aún falta darle nuevos horizontes a estas opciones literarias. Eso
es trabajo de las generaciones actuales y futuras. Estamos convencidos de que
el brillo vendrá de las propuestas que se construyan desde la mezcla o desde
cada una de estas vertientes.
Fuente: Literatura de
Huancavelica (extractos)
Autor: Isaac Huamán
Manrique
Pachakuti editores.-
2da. Edición 2012
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