viernes, 18 de septiembre de 2009

WANCHUY


WANCHUY

Don Humberto Peralta había anochecido a orillas del río wanchuy, en su viaje de Pampas a Ayacocha. El sendero se tornaba peligroso para seguir viajando, debido a que la luna saldría tarde. La noche era oscura y el camino de herradura estrecho, con pendientes y precipicios muy peligrosos. El problema era cruzar el puente, pues este tenía unos 20 metros de largo por 80 centímetros de ancho y estaba suspendido a una altura de 5 metros. Para hacer cruzar a las acémilas por el puente, primeramente se les vendaba los ojos y a ciegas cruzaban con sumo cuidado de no resbalar y caer al abismo.

Por esta razón don Humberto, decidió acampar cerca al puente Wanchuy, escogiendo un paraje apropiado aprovechando las últimas luces de la tarde. Desensilló su caballo luego que éste bebiera abundante agua, y lo ató junto a unas matas de hierba. Armó su cama al pie de una pared, poniendo las caronas como colchón, y la montura como almohada, poniéndose luego a preparar la cena, consistente en una porción de cancha con su charqui asado al carbón o charki kanka. Bebió una botella de chicha de jora y, después de fumar su cigarrillo “nacional” se acostó en su improvisado lecho, cobijándose con una manta de viaje y el poncho de aguas, quedándose dormido, agobiado por el cansancio del viaje.

Cuando se hallaba en el mejor de los sueños, fue interrumpido bruscamente a causa del ruido producido por un caballo desbocado en la orilla opuesta del río y, bajo el resplandor de la luna que brillaba en la noche. Vio con incredulidad y asombro como un jinete cruzaba raudamente por el puente, haciéndolo como en terreno llano. El jinete era un hombre negro y alto. Después de cruzar a todo galope por el puente, se puso a realizar una serie de cabriolas y piruetas. De pronto detuvo su corcel, hurgó sus alforjas y extrajo un cartucho de dinamita que lo encendió y lo arrojó a un lado del camino y luego emprendió una veloz carrera perdiéndose entre las sombras de la noche, desapareciendo misteriosamente.

La explosión del petardo de dinamita se produjo en forma tan repentina, que hizo volver a la realidad a nuestro personaje, que se había quedado pasmado al haber sido testigo de hechos tan insólitos. Sin entender todo lo que pasaba en esos lugares solitarios, don Humberto pudo dominar a duras penas el pánico que sentía ante esos acontecimientos inexplicables y armándose de valor, ensilló su caballo, haciéndolo cruzar por el puente a duras penas, encomendándose al santo de su devoción, e inmediatamente tomó el camino hacia Ayacocha y no paró hasta llegar a su casa donde fue auxiliado por su hermano Fermín.

Don Humberto llegó a su casa en completo estado de shock, pálido, balbuceante y deprimido, sin poder articular palabra alguna.

Estuvo varios días sin conocimiento, pero gracias a las atenciones prodigadas por los familiares y algunas medicinas nativas como la qayapa y la huaywacha y algunas hierbas para el susto, pudo recuperarse al fin. Desde aquella vez don Humberto nunca más viajó solo por parajes solitarios, menos aún durante la noche.

Titulo del cuento: Wanchuy
Autor: Hernán Canales Acevedo
Fuente: “Pampas de leyenda” Libro de relatos tayacajinos.
Año de publicación: 2003

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