lunes, 23 de junio de 2008

LA LEYENDA DEL PANRARAN YACU


“Mitos y leyendas del agua en el Perú” es el nombre de una publicación producto de un concurso nacional escolar del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento (MVCS), llevado a cabo en marzo del 2007. Su publicación y difusión forma parte de la Iniciativa Cultura del Agua en el Perú, emprendida por este ministerio, con el apoyo del Programa de Agua y Saneamiento del Banco Mundial.

El libro recoge los 50 mejores trabajos escritos por estudiantes de educación primaria y secundaria, provenientes de 21 regiones del país. Se trata de mitos y leyendas que forman parte de la tradición peruana y que han sido transmitidos de generación en generación de forma oral y/o escrita.

Entre los 5 ganadores figura “La leyenda del Panraran Yacu, recopilación original de una fuente oral de comuneros de Huaribamba, Tayacaja, que aquí se los presentamos.


La leyenda del Panraran Yacu

Muchos años atrás en la comunidad andina de Tapuk, todo era prosperidad, tenían siembras, animales y las tierras producían en abundancia. Es que existía una gran cantidad de puquiales que abastecían de agua, para que pudieran regar sus campos y criar sus animales.

Dicen que a un lugar donde Tayta Wamany producía agua, nadie podía acercarse por ser un lugar sagrado y aquel que intentaba aproximarse era encantado. Por eso, nadie se acercaba a Jatun Puquio (el gran puquial), que brindaba sus aguas cristalinas a todos los demás puquiales y desde allí alimentaba a Tapuk.

Una tarde, don Faustino retornó de la ciudad, de un viaje que lo había convertido en una persona prepotente y egoísta, que desconocía y se burlaba de la fe del pueblo; desde entonces decía que en la ciudad nadie creía en tonterías y vivían de lo mejor, que se alimentaban de cosas ricas, se vestían con lindos trajes y no utilizaban velas sino hermosas luminarias de electricidad; e incluso, decía, el agua salía dentro de las casas. Gritaba a los cuatro vientos que si sembraban e ingresaban a
esos lugares sagrados, no pasaría nada, y que todas las riquezas siempre han existido y existirán.

"El problema –decía- es que somos unos ociosos y no queremos explotar la naturaleza. Por eso, les digo, comencemos a cultivar todas las tierras y verán que no pasa nada".

Efectivamente, sembraron cuanto pudieron y cosecharon como nunca. Luego, aumentaron sus siembras, cosechando en grandes cantidades. Pero, luego de cinco años de explotar, a pesar de las siembras y el trabajo, la tierra ya no producía como antes, los puquiales se habían secado. Todos se lamentaban de haberle obedecido a don Faustino, quien se había suicidado sintiéndose culpable de la desgracia.

Tapuk se convirtió en un pueblo abandonado, las personas iban a diferentes lugares en busca de mejores condiciones de vida y los que se quedaban, tenían que trasladarse a lugares muy distantes para conseguir agua. Es que ya no había agua. A las primeras horas del día, salían con dirección al único puquio distante a más de dos horas de camino. Cargando sus porongos de barro se trasladaban en búsqueda de agua. Los hombres realizaban todo un viaje, solo para abastecer de agua en casa, mientras que las mujeres cocinaban y hacían la limpieza. Los animales se morían de sed y hambre, si no eran llevados de manera especial al puquio para que tomen agua.

En Tapuk, ya solo dependían de las lluvias para sus siembras. Uno de los ancianos de la comunidad pidió una reunión para solucionar el problema causado. Efectivamente, se reunieron en la plaza principal para escuchar al anciano. Fue cuando dijo: "Hermanos comuneros, durante mucho tiempo he observado cómo maltratamos a la madre naturaleza y nadie se ha atrevido a reparar esos daños. En estos últimos cinco días, sueñoo que Tayta Wamany, las plantas, los animales y el agua me hablan con mucho dolor y lágrimas sobre el maltrato que hemos causado y piden el arrepentimiento de todos para que ellos vivan y también nos den vida. Es muy urgente, llevar la ofrenda al cerro sagrado para poder recuperar la riqueza".

-- Ja, ja, ja, Eustaquio, uno de los comuneros rompió en carcajadas, O sea, nosotros vamos hacer lo que un anciano soñó. No se pasen, si para eso nos reunimos es una pérdida de tiempo.

-- ¡Un momento! -respondió el anciano- acaso no somos conscientes del daño causado a la naturaleza, así como nosotros tenemos vida, también ella tiene vida, por lo que pido, por favor, formemos un grupo de personas con fe sincera, para dirigirnos al lugar sagrado y hacer los pagos o nos arrepentiremos.

En silencio, se agruparon diez personas. Curiosamente eran los mayores y en ese instante partieron al lugar sagrado llevando frutas, coca, quinto, dulces, vino, cigarro y un conjunto de yerbas aromáticas. A la medianoche llegaron al lugar indicado, rezaron con devoción, al tiempo que realizaron las ofrendas respectivas.

Ya al amanecer retornaban al pueblo, cuando un sonido tenebroso se escuchó en las montañas ¡Panraran! ¡Panraran! Los pobladores salieron de sus casas despavoridos, gritando a grandes voces ¡Panraran yacu tujyaramun! ¡Panraran yacu tujyaramun!, buscando refugio. Momento en el que llegó el anciano pidiéndoles calma, que eso era normal, porque Tayta Wamany había aceptado la ofrenda y ese sonido significaba que el agua había reventado en todos los puquiales y el agua del río nuevamente bajaba cristalino y abundante. La riqueza y la felicidad habían retornado a Tapuk. A partir de ese momento, rinden culto y respeto a la naturaleza, porque si no, no volverán a escuchar un ¡Panraran!

Fuente oral: Comuneros de Tapo, Huaribamba, Tayacaja, Huancavelica.
Escolar: Antony Romero Chávez, 12 años, Huancayo, Junín.
Asesor: Moisés Lizárraga Torpoco.
Publicación del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento “Mitos y leyendas del agua en el Perú: recopilado por escolares peruanos para las generaciones presentes y futuras”. Editado por el Programa de Agua y Saneamiento del Banco Mundial. Lima, marzo de 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Huaribamba es uno de los pueblos olvidados de tayacaja, es bueno saber de estos lugares, saber que existen.