lunes, 16 de junio de 2008

MAMAPAPA


Cuenta la leyenda que el primer don que el Dios Wiracocha entregó a Manco Cápac y Mama Ocllo —los fundadores del Tawantinsuyo— fue el secreto del cultivo de la papa, para que ellos pudieran sostener la formación y posterior expansión del imperio.

Así los incas, conjugando toda la sabiduría de las culturas pre existentes, pudieron desarrollar el mayor tesoro agroalimentario del Perú y hoy cuarto del mundo.

Luego, para los europeos, tal como la palabra Xauxa (Jauja) fue sinónimo de país maravilloso, saludable, placentero; el lento descubrimiento de los valores de la papa fue otra gratificación; tanto que —inicialmente y en su propia tierra— ellos lucían una flor de papa en la solapa, como símbolo de distinción. Y ahora los europeos consumen más papa que los peruanos, para vergüenza nuestra.

El hecho es que hoy gracias a los inmemorables trabajos de domesticación, propagación y conservación realizados por varias generaciones de antiguos peruanos; al esfuerzo de nuestros primeros estudiosos científico-técnicos y al Centro Internacional de la Papa (CIP), con sede en Lima — existen registradas 4,400 variedades del tubérculo en el banco mundial de germoplasma, de las cuales 2,700 (61%) son netamente peruanas.

De estas montañas nativas —poco aptas para la agricultura— nació la papa, para convertirse —junto con el arroz, el trigo y el maíz (también de origen peruano)— en uno de los cuatroalimentos básicos de la humanidad.

Sin duda, este prodigio altoandino ha llegado hasta nosotros y a todos los confines del planeta, merced a la creatividad, la eficiencia y el trabajo solidario de nuestros antepasados preincas e incas, en el manejo inteligente del ecosistema, los recursos naturales y particularmente la biodiversidad, como base de la agricultura más avanzada del mundo antiguo.

La relación del hombre andino histórico con el medio ambiente siempre fue de respeto y agradecimiento, como lo demuestran numerosos ritos que subsisten invictos hasta hoy.

Por ejemplo, en algunas comunidades del Cusco, como las de Pacariqtambo (“posada del amanecer”), Paruro, lugar de donde salieron —tras descansar— Manco Cápac y los hermanos Ayar para fundar el Ombligo del Mundo, “el proceso de asignar las tierras de papas comienza con una asamblea del pueblo, durante la cual cada casa familiar es elegible para recibir los lotes asignados ayllu por ayllu”.

Desde luego, no faltan discusiones. El Dr. Luis Millones, en su libro “El mundo ceremonial andino”, dice: “En 1982, la batalla ritual entre mitades tuvo lugar el 23 de febrero; la redistribución de las tierras comunales de papas empezó aproximadamente un mes después. En 1988 la batalla ritual ocurrió el 16 de febrero y la redistribución y el arado de los campos comunales de papas se llevó a cabo a inicios de marzo”. Ritual siempre acompañado por las danzas de la kashwa (baile propiciatorio).

Asimismo, en la concepción aymara, la papa tiene vida y, por lo tanto, siente y necesita cariño y mucho cuidado. Por ello, el campesino de esa etnia altiplánica “cría” a la papa como si fuera una hija, brindándole nutrición y abrigo: buena preparación del terreno, abonamiento orgánico, aporque y otras labores culturales. Además, él bebe y brinda con ella a través de las “chuwas” y “challas” (platos de barro). También la “despioja” mediante el deshierbo, cuida de su salud con “despachos” (ofrendas y rogativas) a los apus y la hace participar en las danzas, cargándola como a un bebé. En fin, el campesino aymara hace todo cuanto puede para agradarle mejor y demostrarle afecto. Al mismo tiempo, como signo de reciprocidad, también la papa “cría” a los hombres, ofreciéndoles su tierna pulpa como alimento y, por consiguiente, levantando su espíritu. Así nos cuenta el libro “Ayllu y Papas” de Néstor y Walter Chambi.

En los pueblos del valle del Mantaro, el “Huaylarsh” es el baile símbolo de la agricultura. Los pasos de esta danza evocan a los movimientos que hace el campesino cuando siembra, cosecha y realiza otras faenas con la papa. Por ejemplo, el paso de la “Estaca tacay” simula el clavar de la chaquitaclla para abrir el hoyo donde la mujer colocará la semilla de la papa. Asimismo, el “Mojapampa” simboliza al momento en que las mujeres ponen las semillas en los hoyos y las cubren moviendo la tierra con los pies. Igualmente, están: el “Kullpa jupillay”, faena de varones y mujeres para deshacer los terrones, con un zapateo fuerte; el “Akshu tatay”, arrimado de tierra para dar mayor soporte a las plantas tiernas, a cargo de los varones, y el “Ashmi”, faena similar al aporque.

Son numerosos también los cantos folclóricos alusivos a la papa. Dentro de este marco, destacan tres huaynos registrados en el libro “La sangre de los cerros”, de los hermanos Rodrigo, Luis y Edwin Montoya Rojas. Ellos; son “Papa tarpuy” o siembra del tubérculo; “Papa pakchay” o aporque del cultivo y “Papa quray”, o deshierbo y desinfestación del papel.

Aquí una hermosa estrofa propia del deshierbe de la papa, en tonada de harawi: “Luego de haber llegado/ he deshierbado a mi madre papa / con un peine de oro / con un peine de plata....”

Lamentablemente, todas estas milenarias expresiones de la cultura asociada a la papa, el agro y la sacra correspondencia del hombre rural con la naturaleza, están languideciendo en el Perú —dizque— moderno. Tanto que ni siquiera el Estado, en pleno Año Internacional de la Papa, ha sido capaz de mirar a este prodigio agrocultural más allá de su utilidad netamente comercial.

Ante ello, quienes nacimos con la papa, aprendimos a dejar el seno materno gracias a su pulpa nutricia y jamás podemos vivir sin ella, tenemos que rescatar, cultivar y propagar la inmensa sabiduría que atesora la memoria colectiva de nuestros Andes, hasta que todo el mundo entienda que papa no es sólo un comestible, sino Mamapapa: Madre del Perú Agroalimentario, culturalmente hablando, de cuyos senos inagotables hoy mama todo el planeta.

Antonio Muñoz Monge
Revista Agro Noticias
Edición Nº 332
31 de mayo de 2008

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