SAPOSAQTA presenta en esta oportunidad, el poema “Desde la cumbre del Yanapadre” del escritor José Abad Idoña, nacido en la ciudad de Pampas Tayacaja en abril de 1932. El Yanapadre es el guardián eterno de la ciudad, y éste es un homenaje del autor a este cerro tutelar de Pampas.
DESDE
Hay algo más que el verde de tu valle
y son las sombras
de los altos eucaliptos casi siempre insomnes,
alisos de fastuosa envergadura
y hojas cayentes, ojos de otoño,
entre el azul de tu cielo añil
Tus altos cerros de sinuosas cumbres
donde reverberan los áspides solares
de nocturno celaje, aves noctámbulas
de alas transparentes en el averno
que en el claroscuro del amaneciente día
esconden vuelos, retozos, desembozando el sueño
Y la cruz de un San Cristóbal color de mies
con capulís de sabor incierto
bruñen los álgidos bronces de en lontanar bicúspide
El Yanapadre, tutor inconmensurable
de aqueste Pampas Andino,
dicta formas, indica caminos
y desde allí, el Wiracocha divino
unge almas, enrumba mentes.
Dios del alma querido
Wiracocha impertérrito de cantos
busco tu sombra, para que mi corazón herido
abreve penas, con la imagen de tu forma sempiterna
Comienzan las gotas de un diluvio interminable
cuando tu alma retumba en hórridos sonidos
y reverberan las viñas de tus campos
en verdes altisonantes
un día cuando venga la noche
subiré a lo mas alto del otero
y entre llantos, de rodillas
oraré por el ayer, trastocando
el hoy por la mañana
Pero cuando el verdeolivo del alcacer
brinde a mis ojos la paz de tu amor,
volveré es casi seguro que volveré
Por los átomos de mi cuerpo
reclamarán la fuerza telúrica de tu ser.
Yo sé que en lo alto, en lontananza
tu valle en cuervas indescifrado
brinda a la luz el reflejo de tu alma
andina, impertérrita, ni fugáz ni asida
con crenchas oscuras de la noche
sin fin de estrellas que rutilan
en las pupilas de mis ojos
en los huecos de mi alma.
Hondas quebradas, repliegues andinos
que como faldas de hermosísimas guerras
uncen los muslos de gualda coloreado
y entre la amarillura de tus calientes tardes
surgen los lotos de paquidérmicas orejas
con ojeras de una mala noche interminable.
Y allí está la humarada del matutino trajín
con leñas olorosas a hogar
los fuertes vientos que bambolena tu nombre
en cada hoja escrito
para que la memoria de lo tuyo
recuerde a cada rato tu vivaz estirpe andina
volcada en las alturas de unos Andes romos
con sinuoso pudor de enhiestos hombres cetrinos,
recios, taciturnos, derechos hasta la muerte
resucitada en cada cúspide
de una blancura impar y resonante
¡ Oh ¡ tierra invívita y eterna.
Fuente: Libro de Relatos “Puñal de Cachita Blanca”.
Autor: José Abad Idoña.
Ediciones Capulí, 1996.
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