lunes, 7 de enero de 2008

COMO LLEGÓ LA VIRGEN PURÍSIMA A TAYACAJA


Todo comenzó cuando don Feliz La Torre no encontró en su habitación a la empleada de su casa.

Era entonces una de aquellas mañanas de la década de 1780, en la andina ciudad de Pampas Tayacaja, de la circunscripción territorial de Huancavelica.

El sol ya estaba más arriba de la cumbre de los cerros Yanapadre y San Cristóbal. Pero el desayuno aún brillaba por su ausencia. Y la empleada, que ayer nomás había iniciado su trabajo, tampoco se dejaba ver en ese momento. Contrariado por la situación, el hombre se dirigió a la habitación de ella. Tocó insistentemente la puerta. Y, al ver que no abría ni contestaba desde el interior, decidió llamarla, pero ¿cómo se llamaba?, ¡maldición!, ni siquiera le había preguntado su nombre. ¿Cómo la llamo, por señorita, señora, doña? Hum, mejor la llamaré, con respeto y cariño: mamita, por favor, abra la puerta, ¿me escucha?, ya es muy tarde para quedarse dormida hasta estas horas del día, ¿me está escuchando?, ¡abra, por favor!, ¿no se encuentra bien?, ¡conteste, mamita! o tendré que derribar la puerta! … Sin embargo, la puerta de la habitación seguía como al principio cerrada.

Vencido por la impaciencia, de un feroz tacazo con el pie zurdo, derribó la puerta y, al ver que no había nadie en la habitación y las cosas se hallaban en el mismo lugar de siempre, dijo: ¡Virgen Santísima!, ¿se la habrá tragado la tierra?, pero ¿por qué se marchó sin decirme nada?, ¿y por dónde habría salido si yo mismo cerré la puerta de calle, con la única llave que está en mi poder?; hum, ¿no será que este asunto ya me fue avisado muchas veces en mis sueños? Comparándola con la señora que vi en sueños, ella resulta, cada vez más, igualita a aquella dama de semblante maternal y angelical: la Virgen Purísima.

La Torre, desde que se estableció en Pampas, soñaba frecuentemente con una hermosa mujer que llegaba a la puerta de su casa y le solicitaba posada a cambio de trabajo. Ella le decía que venía de ultramares visitando a los pueblos andinos, y quería quedarse definitivamente en Pampas, y cuidar a los pampinos como si fueran sus hijos verdaderos, y velar permanentemente por ellos.

Y aquella mañana, cuando él se topó con la dama, que le preguntó si requería que le limpiara y arreglara la casa, no dudó un instante en aceptarla impulsado por una extraña fuerza que parecía como que, el hilo de sus sueños, continuara desovillándose en la vida real, ahora en el barrio de Chalampampa. Pase, pase, por favor, digna dama, la casa es suya; comience a realizar sus correspondientes laboreos, dijo el hispano, mientras ayudaba a llevar las pequeñas maletas de la visitante a la habitación que, sin habérselo propuesto previamente, ya le tenía asignada.

Don Feliz, en su natal España era acuñador de monedas y sus ingresos apenas cubrían sus gastos diarios. Por ello, decide viajar al Perú a tentar fortuna. Eligió nuestra ciudad como centro de sus actividades. Poco tiempo después ya tenía fama de ser un hombre con mucha suerte. Los pampinos solían decir: a don Feliz siempre se le ve feliz. Efectivamente, nuestro hispano había logrado obtener una buena situación económica. Viéndolo así, sus vecinos lo comparaban, guardando distancias, por supuesto, con el célebre romano que dijo al cruzar el Rubicón: veni, vidi, vici. Además, él era enemigo de la avaricia; acostumbraba brindar ayuda a los desvalidos, acudiendo a ellos con las manos llenas de bondad efectiva para aliviarlos de sus necesidades más apremiantes. Así se comportaba con sus prójimos, porque era hombre con mucha fe religiosa y espíritu caritativo. Por eso, un necesitado, que recibía apoyo de nuestro personaje, le decía a otro necesitado: vaya donde don Feliz que su buen corazón le hará a usted feliz. La imagen generosa de don Feliz La Torre, con el correr del tiempo, se iría impregnando en la memoria popular de los tayacajinos, pasando a ser un ícono de felicidad y bondad, como una demostración palmaria de que en la sociedad se puede ser rico y, a la vez, bueno.

La desaparición de la misteriosa forastera no lo llevó a pensar mal de ella; no le preocupó si ella se hubo llevado consigo alguna cosa de valor de su casa. Don Feliz, más bien, se convencía, cada vez más, que la hermosa dama que tomó posesión de su casa y la limpió y arregló, como una madre solícita con el hijo puesto a vivir en este mundo que es un valle de lágrimas, apremios y requerimientos, no era sino aquella dama que se le aparecía en sus sueños. Y, siguiendo el hilo de sus inducciones y deducciones, llegó a ver clarito que la dama de sus visiones tenía el mismo semblante de la Madre de Jesucristo. Entonces se convenció que la forastera que ayer nomás había llegado a su casa era la imagen exacta de la mismísima Virgen Purísima, de quien él era fiel devoto y oraba ante Ella allá en la madre Hispania.

Seguro de sus convencimientos, alegre y entusiasta por las circunstancia que estaba viviendo en aquellos momentos, el bueno de don Feliz tomó dinero de su arca, buscó a un amigo suyo, que viajaba a España, y pidió que le hiciera el favor de comprar una imagen de la Virgen Purísima y se la trajera a su regreso. Simultáneamente, mandó construir la iglesia, cuyas paredes, según dicen los testimonios, por aquel entonces tenían dos varas de espesor y estaba ubicada en la misma plaza a poca distancia de la actual iglesia Matriz.

Tan devoto era don Feliz que, finalmente, decidió hacerle los correspondientes festejos a nuestra Virgen Purísima. Al respecto, un documento del 29 de octubre de 1785, que obra en los Legajos del Archivo de la Nación, sostiene que el protagonista de nuestra historia envió a Lima al vecino Rafael Bictoria (así con B alta, no de uve) con el encargo de comprar licores sexa, incluyendo pañuelitos de seda, “para la fiesta de la Virgen Purísima”.

Años van, años vienen entre siembras y cosechas. El agua del río de los tiempos ha ido pasando, indetenible, por debajo del puente de la vida. Y, paralelamente, la maravillosa memoria oral fue tejiendo, en torno a la historia de la Virgen Purísima de Tayacaja, hermosos mitos y leyendas e historias verdaderas como esta de don Feliz La Torre.

Carlos Zúñiga Segura
"Celebracion de la Virgen Purisima Patrona de Pampas Tayacaja"

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