Un 22 de agosto de
1846, en una revista publicada en Londres, el anticuario William G. Thoms
consignó la palabra folklore por primera vez, este aparente intrascendental
hecho, hizo posible que Thoms pasara a la historia. Se cumplen 163 años de este
hecho. Han ocurrido cambios en la sociedad y en la naturaleza. Los países
“desarrollados” han despoblado su campo. En los llamados países en vías de
desarrollo los campesinos migran y las prácticas culturales se transforman.
Lima se ha convertido en un espacio que como diría José María Arguedas, ha hecho posible que se manifiesten Todas las sangres. Aquí reside una de las causas principales porque los géneros tradicionales de las diversas regiones del país se modifican y surgen nuevas obras de música y danza. La cultura andina está influenciando en casi todas las manifestaciones de arte, incluyendo las denominadas académicas. Y en las ciudades, el nuevo género por excelencia es la chicha. Música con una capacidad de resistencia y mutación como pocas veces se ha dado. Mas de treinta años de existencia le ha permitido bajar de los cerros de la ciudades, con música y danza propio de los campesinos para conquistar Lima y luego ganar los medios de comunicación social.
Para reflejar esta compleja realidad ya no basta la palabra folklore. Los cuentos, danzas, música y otras manifestaciones culturales principalmente de origen campesino, urbano y de tradición oral que agrupaban la palabra folklore han ingresado a un proceso de ebullición que es muy difícil señalar lo que ya es propiamente rural de lo que es citadino. Se han establecido diversos caminos y puentes cuyos resultados son complejos.
La mejor expresión para abordar este desborde popular, según la feliz frase de Matos Mar, denominada cultura popular: Porque engloba a todas las manifestaciones culturales que se han dado y que se están realizando actualmente en el campo y la ciudad.
Artículo del periodista Antonio Muñoz Monge
Publicado en el Diario Uno
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